El pergamino es ultra resistente, es uno de los materiales que aún se sigue utilizando y que continúa siendo muy interesante.
Breve historia de los pergaminos
Aunque el pergamino es el material escriptorio por antonomasia de la edad media no se creó en ese momento, sino que su uso ya está registrado en el siglo II a.C. Sin embargo, ya está atestiguado en el Egipto de las primeras dinastías en menor cantidad que el papiro.
El término del pergamino es tardío ya que se podía ver en las fuentes como membrana o vitela. En España, el uso de las palabras pergamino y vitela son diferentes ya que la vitela estaba destinada al nombramiento de las telas de mayor calidad. En inglés las palabras son partchment para pergamino y velum para vitela pero son intercambiables.
La transformación de la piel en pergamino es un proceso complicado que desde época muy antigua exigió un alto grado de profesionalización, de ahí que encontremos pergamineros desde el S. IX. Para empezar, no todas las pieles eran válidas para ello, sino que se necesitaban pieles que no tuviesen heridas ni cicatrices y con un color uniforme y claro. Si el animal no había sido desangrado adecuadamente a la hora de sacrificarlo, la sangre acumulada en los capilares dejaría unas marcas muy características en el pergamino.
Primera fase: lavado de la piel y preparado
La primera operación era lavar la piel en agua fría y limpia. Cuando la piel comienza a pudrirse el pelo se cae de forma natural. En los países cálidos se dejaba la piel al sol y se caía el pelo, pero lo normal era meter las pieles en una tina de piedra y de madera con una mezcla de agua y cal y dejarla unos días.
Entonces venían una serie de operaciones para quitar la dermis y la epidermis y estirar la piel lo máximo posible. Lo primero que hacía el pergaminero era colocar la piel sobre una plancha curvada de madera y con una cuchilla larga y curvada iba desprendiendo el pelo, quitando la capa externa de la piel. Si la piel estaba demasiado grasienta, volvería a la tina con sal.
Después, el pergaminero trabajaría por el otro lado eliminando la grasa y carne que pudieran permanecer adheridos todavía a la piel. La piel era entonces lavada con agua para eliminar los restos de cal.
Así termina la primera y más sucia etapa en la creación de los pergaminos.
Segunda fase: La piel se transforma en pergamino
La piel se cuelga sobre un bastidor de madera, con unas clavijas de maderas donde la piel se cuelga mediante una especie de botones formados con unas piedrecitas diminutas que se envuelven con los bordes de la piel.
El pergaminero utiliza un cuchillo con forma de luna rasgando toda la piel sujetando el bastidor con la piel con el objeto de rascar la piel lo más profundamente posible. Conforme avanza el proceso, el pergaminero continúa ajustando la tensión con las clavijas.
Conforme la piel se estira, todos los agujeros se dejan ver. La labor del pergaminero es coser todas esas imperfecciones con hilo con objeto de impedir que se hagan más grandes.
Una vez seco todo, continúa el proceso de raspado en la parte del pelo para eliminar el brillo satinado que impediría que se fijase la tinta y así reducir su espesor.
Cuando esté satisfecho con el resultado, el pergaminero resprenderá el pergamino del bastidos. La última acción es despegar las hojas y pulirlas con piedra pómez.
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